domingo, 30 de septiembre de 2007

Mi país de las maravillas


Toda mi infancia deseé tener una muñeca con la cual jugar. Una con el pelo largo para peinarla, para hacerle trenzas. Una que usara vestidos largos, tacos altos. Nunca la tuve. Me conformaba con abusar de las de mis primas, las veces que iba a jugar a sus casas y, lógicamente, a escondidas de los mayores, como si fuera un pacto de silencio que circulaba sólo en el universo de los niños.
Sólo una vez pude sentirme cerca de tener una muñeca. La colección de muñecos “Super Amigos” fue anunciada en la pantalla de la TV y entre los personajes que estaban en la juguetería esperándome, se encontraba ELLA, la que fue acaso mi única muñeca: LA MUJER MARAVILLA.
Hace un rato leía un texto sobre lo maravilloso y pensé en ella, claro. Rescaté algunas ideas que me hicieron pensar en el lugar que tuvo en mi vida. Ahora que ya soy un adulto, tal vez puedo verlo todo un poco más claro, sin que por ello deje de conmoverme aquella mirada infantil que de alguna forma buscaba socorro, un poco de amparo.
Lo maravilloso tiene una función compensadora de la realidad. Busca salir de la regularidad y la trivialidad cotidianas. Detiene el tiempo y la historia (la sociedad y las normas) para propulsarnos a un más allá incierto. Manifiesto como una aparición, como algo que se ve y genera perplejidad es depositario de las inquietudes y también de las proyecciones y posibilidades de nuestra imaginación. El cristianismo, por supuesto, buscó racionalizar y moralizar lo maravilloso circunscribiéndolo al discurso ejemplificador del milagro.
La Mujer Maravilla fue para mí maravillosa, valga la redundancia, por varios motivos. En la distribución sexuada de los juguetes, que parecía predestinarme a la pelota o los cochecitos, ella era la infiltrada entre las colecciones de muñecos y dibujitos “de varones”. Me regalaba identificación, me dejaba jugar a ser ella, escondido dentro del marco de lo que me era permitido. Con un slip azul y unas botas de lluvia rojas trepaba yo por los sillones luchando contra quién sabe qué terribles fantasmas, gigantes o archienemigos. Ante la pregunta, yo era Superman, total el traje era parecido.
La Mujer Maravilla, como yo, tenía una identidad secreta. Ésa que sabíamos sólo nosotros, que era un pacto de silencio, nuestro secreto. Ella me daba la mano y me invitaba a salir del partido de fútbol. Me dejaba subir a su avión invisible para alcanzar lugares más altos, más míos. Algunas veces yo le indicaba a dónde ir y ella piloteaba la nave, otras me dejaba manejar a mí, siempre sentado en sus rodillas. Nunca me amenazó con atraparme en el lazo de la verdad para obligarme a hablar. Con sus brazaletes devolvía los ataques. Cuánto la quería!
Yo era como Diana Prince. El pelo sujeto con gel, la raya al costado. Mi trajecito era un blazer azul, un pantalón gris, camisa blanca, zapatos negros, corbata azul, sweater escote en v azul y medias azules (atrapados en azul!!). Como ella, giraba cuando nadie me veía. Apenas tres o cuatro vueltas sobre mí mismo (por ésto seré vueltero?) y lo maravilloso se me ofrecía generoso y me devolvía lo que más merece un niño: ilusiones.
Nunca me voy a olvidar el día que con veintidós años vi la película “Mi vida en rosa” y Ludovic, un niño de cuatro o cinco años, soportando el peso de su realidad, escapa dándole vida a una muñeca que está en el cartel de una publicidad. Él ve la foto gigante. Ella preciosa, vestida de rosa al lado de un príncipe buen mozo. De repente cobra vida, le extiende su mano y lo invita a pasar, juega con él. Cruza una puerta dimensional, sale del mundo, él era una princesa en ese momento, era feliz. Él era una de las tantas mujeres maravilla.
La Mujer Maravilla fue mi aparición (menos mal que no fue la Vírgen de Luján, jaja). Yo la vi. Me regaló mi identidad secreta, la de mi héroe, la del que tendría que salir a compensar, la que maravillosamente visibilizaría después.
Ahora que pasaron los años ella sigue ahí, acaso devolviéndole a mi conciencia la tranquilidad de que cuando fui niño tuve motivos para jugar, tuve motivos para estar feliz, aunque sea entre paréntesis.

“La infancia es un universo de oro.
Si uno no es feliz allí,
no lo es nunca más”
(Silvina Garré)

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Más allá del Orgullo - GLTTBIH


Repetidas veces, conversando acerca de la marcha del orgullo, recibí comentarios que acusaban al colectivo glttbi de autodiscriminación. Ante mi cuestionamiento respecto de los motivos, el argumento principal que recibí por respuesta fue que nadie planteaba un orgullo heterosexual y entonces, por qué un orgullo gay?? Creo que homologar las dos cuestiones es deshistorizar las particularidades de cada caso, así como dejar de costado el tema de las identidades de género. Para poder abordar esa historización, debemos poner de manifiesto, en primer lugar que, en tanto históricos, hétero y homosexual son constructos que responden a parámetros y cosmovisiones configuradas por las diversas instituciones socio- políticas. La héteronorma como representación de la heterosexualidad. La determinación género a partir de lo masculino – femenino establecida con rasgos morales dominantes, según las épocas. El caballero y la dama, conceptos medievales al alcance de la puerta de cualquier baño. La homosexualidad, como antinorma, fue representada, según las instituciones que discutieran en cada época y los intereses de los estados, como perversión, enfermedad, inversión, entre muchos otros adjetivos descalificativos. También fue silenciada bajo la bulla de la norma dominante. De esta manera, ser heterosexual es algo obvio para cualquier hijo de vecino. Es la definición por antonomasia. Cuánta es la violencia simbólica de este silenciamiento? Por qué la identidad glttbi tiene que surgir como una revelación, confesión si uno no quiere ser tomado por lo que no es?? Homologar la heterosexualidad (como norma) y la homosexualidad (como antinorma) implica borrar todas estas implicancias que se manifiestan a la hora de asumir una identidad sexual disidente. Evidentemente nadie fue asesinado por ser heterosexual, ningún heterosexual ha tenido que aclarar o avisar que lo es. Todas las parejas heterosexuales, además, tienen garantizado el derecho a la herencia y todos los derechos de familia. Las diferencias son muchas. Eso explica que frente al estigma, al insulto, al silencio, a la negación de las identidades se deba responder políticamente con orgullo. Si las leyes están escritas con palabras, entonces de palabras se constituye una de las caras básicas de la dominación, la de los aparatos ideológicos de Estado. Trocar la palabra, anteponer un signo con otra valía es, no sólo posicionarse, sino también reconstruir, replantear, forjar un espacio desde el cual partir para la configuración de nuevos modos de reconocimiento social. En este sentido radica la importancia histórica de la Revuelta de Stonewall de 1969. Ahora bien, cuál es el papel de la heterosexualidad en todo esto?? Por qué tratarla en un estandarte diferente?? Evidentemente, la historia explica esta diferencia entre lo que es una norma de privilegio y lo que no. Los héteros no tuvieron que legitimarse. Sin embargo, la norma de privilegio garantiza la libertad de los sujetos? Garantiza la subjetividad o garantiza la sujeción? Claramente ser heterosexual es mucho más que un hombre en la cama con una mujer, o una mujer con un hombre (que no es lo mismo pero es igual). El acceso a los derechos civiles, para quienes amen a seres del sexo opuesto, exige una determinada regulación del amor y el deseo. Entre los deberes matrimoniales (dispuestos por ley) están cuidar del otro hasta las últimas consecuencias (dejemos el amor de lado, es ley en éstos términos), también se debe fidelidad obligatoria, convivencia obligatoria, compartir bienes y recursos y demás cuestiones, que si no se cumplen tienen previstas sanciones en el Código Penal. La contrapartida de estas cuestiones implica la posibilidad de heredarse mutuamente, de adoptar, de decidir sobre el cuerpo del otro si enferma o muere. El peso de la ley sobre el deseo es el que plantea la antinomia. La reivindicación del libre ejercicio del deseo por parte de las personas que aman seres de su sexo opuesto, no recae, entonces en la construcción de un concepto de orgullo, según cómo evolucionó el mismo en el Stonewall neoyorquino. Mientras que la antinorma trata de quitarse los estigmas, la norma debe poder pensarse más allá de los privilegios, para ver los problemas. Ambas deben correrse del estatuto de lo legal. El punto de confluencia y consustanciación reside en superar la institucionalización del deseo. La postulación de estos preceptos se desarrolla en lo que se conoce como teoría queer. Esta teoría pretende establecer un espacio alternativo a la construcción binaria hétero–homo. Funda sus preceptos en la cristalización de las identidades (incluida la identidad gay) y plantea la posibilidad de generar des-identidades, es decir, de deconstruir el peso de las definiciones sociales que se anteponen a las construcciones múltiples y subjetivas. Este espacio alternativo, en tanto deja atrás la estructura binaria, se forja por fuera de las definiciones genitales, de roles y de sexualidad, tal como se entienden. Si planteamos lo queer como espacio del deseo y el amor dis-institucionalizado, como un más allá de la ley y de las palabras, entonces aparece ese espacio común y participativo a todos y todas. Lo hétero y lo homo no tienen sentido en sí mismos, en este constructo y sólo se establecen sus diferencias a la hora de postular reivindicaciones civiles específicas que, de ninguna manera, considero que no tienen sentido en tanto vivimos en un mundo atravesado por lo legal. Como un más allá del orgullo glttbi, considero que todxs los que asumimos identidades sexuales y de género disidentes podemos zanjar lo que puede ser nuestro próximo gran paso en la historia. Las identidades hétero tienen la posibilidad de cuestionar la norma dominante (que por dominante, muchas veces se vuelve invisible y ahistórica, o sea inmodificable). El camino, desde sus especificidades, puede encontrar su denominador común a partir de este punto que, como posibilitador de toda perspectiva, necesita ser de fuga.

martes, 18 de septiembre de 2007

Me enseñaron todo mal


Normalizar es una palabra complicada. Toda norma es cultural, claro está, por lo tanto podemos, ya mismo, despejar la dimensión de lo natural en esta discusión. Nada en la vida del hombre es natural, ya que somos seres CULTURALES y estamos absolutamente atravesados por la palabra.
Si tomamos norma como cultura, entonces estamos pensando una forma de cultura como superior a otra. Hay una pauta cultural que tiene que someterse a una pauta hegemónica. La manera de legitimar la pauta es naturalizarla, despojarla de su dimensión cultural y hacer que se la vea como natural, ahistórica y, por ende, no cuestionable, ni modificable. Este trabajito de hormiga, claramente, es encarado por la institución más fascista de todas, la iglesia con la ayuda de los milicos, el estado, la escuela, la familia y demás.
El hecho gay lésbico trans no debería "normalizarse" más bien debería tomarse como una pauta cultural más en un entramado de sentires y cosmovisiones humanas. Julia Zenko cantaba una canción que decía "Para parecer normal yo debía ser igual a los que me han enseñado todo mal". Es así!
La cuestión gay lésbico trans tiene su identidad y su especifidad cultural, que deben ser respetadas como tales. No tenemos por qué sujetarnos a las normas imperantes por la sociedad heterosexista. Aún más, los mismos heterosexuales están sujetos y no son libres de ser y elegir. Acaso un hombre heterosexual que no se proclame como el “semental cabrío- macho de américa” es aplaudido?? Acaso una mujer hétero puede pasearse de cama en cama, con cuanto chongo se le cruce, sin que le digan por lo menos puta?
La violencia es cultural y se materializa muchas veces en lo físico (pregunten a las travas si no es así). Las desimetrías en las relaciones de poder exigen un cambio histórico y cultural que nos va a llevar siglos de laburo arduo a tod@s.
El otro día mi hermano estudiaba el nazismo y mi viejo decía que el genocidio mayor de la historia no había sido el holocausto de la segunda guerra, sino que la matanza de todo un continente de pueblos aborígenes en América había sido mayor en número y consecuencias culturales. Concuerdo con eso (sin quitarle peso y gravedad al holocausto, claro). Mientras mi viejo hablaba me quedé pensando que pasa con el holocausto gay, el holocausto travesti. Cúantas travas murieron por razones similares a las que generaron el exterminio de la segunda guerra?? Cuántas siguen muriendo?? Sumemos las que se van a diario por todo el mundo… No quiero ni pensarlo… Y si a ese número le sumamos otro tanto por gays, lesbianas y demás sexualidades e identidades de género disidentes, estamos frente al holocausto del que nunca se habla.
La héteronorma (obligatoriedad de ser hétero de una determinada manera) es un dispositivo que moldea nuestro deseo y lo transforma en un ciclo pautado. Cuando iba a la escuela de curas me plantearon dos caminos posibles en la vida, en la sucesión de sacramentos: Matrimonio u orden sagrado. Ni lo uno, ni lo otro. Disidencia. Elección. Voluntad y, sobre todo, espacio para el deseo de buscar y también de encontrar y también de perderme.
Creo que la única posibilidad que tenemos ser “normales” es siguiendo la propia norma, la que necesitamos, la que construimos, la que podemos también deconstruir cuantas veces queramos, la que nos dignifica y también la que nos establece y nos posiciona (hasta nuevo aviso).

lunes, 17 de septiembre de 2007

Flores silvestres


El miércoles pasado fui al Ateneo a ver un recital de Jorge Fandermole y el Coqui Ortiz dentro del ciclo “Todos estos años de gente” que organizó Liliana Herrero. Al Fander lo venía escuchando desde hace tiempo, en voces de otros intérpretes y también me había asomado un poco a su discografía. Al Coqui, directamente, no lo conocía.
El recital me gustó mucho. Música litoraleña de la mejor. Folklore actual, cada uno con repertorio propio. Estuvo bueno para dejar descansar los clásicos por un rato y adentrarse a explorar nuevas voces y sonidos.
En un momento del recital, el Coqui Ortiz dedicó un tema a todos esos músicos que surgen en las márgenes del río, que surgen como escondidos en los pueblos, que son portadores de tradición, de cultura popular, de voz colectiva. Son esos músicos a los que te tenés que acercar para escucharlos, porque no graban, porque no son considerados profesionales, porque simplemente tocan y cantan por amor al arte, por idiosincrasia, por verdadero placer. En una metáfora que me pareció maravillosa, el Coqui los comparó con flores silvestres, aquellas con bellezas tan profundas que los hombres a veces no saben verlas. Aquellas flores que surgen espontáneamente como regalos de la tierra. Aquellas que por no estar dispuestas en frondosos ramos nadie se detiene a percibir como bellas.
Recordé una canción de Joni Mitchell que señaló Silvina Garré en una reseña para Página 12. La canción se llama “For free” y habla de un músico callejero, que por ser callejero, no salir en televisión y regalar su arte gratuitamente, nadie se detiene a mirarlo, a escucharlo, a apreciarlo por más maravillosa que sea su música. En este caso el objetivo de hacer música, es únicamente la MÚSICA! Consistencia genuina, arte puro, valor y saber populares.
Me pongo a pensar ahora cuántas veces nos quedamos sordos y mudos frente a la belleza que se nos regala (incluso la propia). Cuánto de sensibilidad nos queda para encontrar flores silvestres? Cuánta ductilidad tenemos para sabernos florecer por los rincones?

Flor silvestre
(Coqui Ortiz)

Allí donde muere el día
donde la selva tiñe las aguas
oí cantar mis latidos,
anocheciendo junto a las ranas.
Después me bebí de un sorbo
la noche azul tan profunda y calma

Rasguidos chamameceros
de tanto en tanto se me insinuaban
a trote lento en el viento
venían voces de madrugada
y en dos hileras de estrellas
dejó en el cielo toda su magia.

Allí es donde nace el canto
litoraleño de pura raza
sintiendo el aire pesado,
húmedo y fresco que apenas pasa
una plantita silvestre
de tan pequeña, tan olvidada.

Rasguidos chamameceros
de tanto en tanto se me insinuaban
a trote lento en el viento
venían voces de madrugada
y en dos hileras de estrellas
dejó en el cielo toda su magia.

Allí es donde nace el canto
litoraleño de pura raza
sintiendo el aire pesado,
húmedo y fresco que apenas pasa
una plantita silvestre de tan pequeña, tan olvidada.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Sandra y Celeste en vivo

Vamos con el segundo disco para compartir. Éste, más que un disco, digamos que es un acto de justicia. Sandra y Celeste dieron mucho, brillaron! pero hubo algo que nos faltó… un disco en vivo! Algún registro que nos permitiera apreciar cómo armaban sus recitales, sobre todo a los que no llegamos a verlas.
Ellas con el tiempo se están volviendo míticas (y más locas), como todo aquello que pasa y sabe guardarse en el tiempo. La no reunión (que en el fondo la sigo anhelando), el hecho de que nunca más se las viera juntas hace que hayan quedado en los 80, pero no estancadas, más bien atesoradas por una época que las vio florecer y que ahora las regala como una de esas cosas que antes pasaban y que lamentablemente ya no pasan tan seguido.
Para mí, Sandra y Celeste fueron muchas cosas. Primero dos cantantes brillantes, dos voces potentes, expresivas, creativas, sutiles. También fueron una forma de amor, de amor entre mujeres, de amor entre hombres, de amor humano, de amor hecho canciones. El tema “Te quiero” fue transformado por ellas en uno de los himnos gay más emblemáticos de nuestra música, ahora es una canción militante y con efecto multiplicador... Seguimos siendo mucho más que dos!!
Sandra y Celeste también fueron rebeldía (a pesar de que Sandra después haya dicho que todo pasó a pesar de ella…). La tapa de “Mujer contra mujer” (que conocí en el 2001) fue mucho más de lo que me hubiera imaginado, fue un gesto político, un gesto estético, una belleza y también, por sobre todo, un atrevimiento… uno de esos atrevimientos que nos liberan, de los que no se vuelve. A partir de ese momento toda nuestra sociedad pacata se tuvo que hacer cargo de un imaginario lésbico que se tornaba contundente, aunque se venía forjando desde “Soy lo que soy” y desde la miopía del gordito de gafas en “Puerto Pollensa”…
Sé que nunca las voy a ver juntas en un escenario (juro que sería capaz de irme con la carpa, el mate, las maricas y las tortas a hacer cola de varios días… sí, son como mi Sabina)… Así que me conformo con escucharlas, con saberlas mías porque cuando estuve sólo y necesité referentes que me brinden un lenguaje estuvieron ellas. También porque la primera Marcha del Orgullo que yo fui y escuché “Soy lo que soy” no me daban las patas, las manos y el cuerpo para liberar todo lo que sentía por la letra de esa canción!
Sandra y Celeste también dijeron por mí. Me dieron lenguaje y militancia, me mostraron que las canciones simples también son bellas y que no sólo la poesía a lo Silvio Rodríguez puede decir cosas profundas.
Para compartir con todos, un disco doble con un recital de Sandra y Celeste de 1987, en algún lugar que desconozco… Es la primera vez que estos audios navegan por la web porque me los pasaron hace un tiempo y nunca los había compartido en ningún programa de descarga… así que ESTRENO ABSOLUTO. El audio es EXCELENTE!! Les prometo que éste bien pudiera ser el disco en vivo que nunca sacaron!!
Que lo disfruten y comenten si les gustó el disco o que sienten ustedes en torno a ellas…


Disco 1 - Temas:

01) Intro (instrumental)
02) Porque cantamos (Sandra y Celeste)
03) Poner el cuerpo (Celeste)
04) Poner el cuerpo (Sandra)
05) Ahora estoy en libertad (Sandra y Celeste)
06) Mil veces lloro (Sandra)
07) Ahora tengo que pensar un poco en mí (Sandra)
08) Querido Coronel Pringles (Celeste)
09) El oso (Celeste)
10) Una canción diferente (Sandra y Celeste)
11) El dueño del cielo azul (Sandra y Celeste)
12) Que suerte que viniste (Celeste)

Bajar Disco 1

Disco 2 – Temas:

01) Sabemos que vuelvo pronto (Celeste)
02) En el medio de la nada (Sandra)
03) Cuatro estrofas (Sandra)
04) Todo me recuerda a ti (Sandra)
05) Paraíso 29 (Sandra)
06) Instrumental
07) Te quiero (Sandra y Celeste)
08) No me voy a olvidar (Sandra y Celeste)
09) Soy lo que soy (Sandra)
10) Me vuelvo cada día más loca (Celeste)
11) Es la vida que me alcanza (Sandra y Celeste)
12) Mi voz renacerá (Sandra y Celeste)

jueves, 6 de septiembre de 2007

Palabras... palabras... palabras...


No, no soy Silvana Di Lorenzo… nos une ser rubias, pero espero que nada más (conmigo nunca se sabe)… Sin embargo hoy todo el día me acordé de ella. Es que tuve un día extraño, de esos que yo defino como de nubosidad variable. Todo el día pensando en las palabras. Qué pasa cuando las palabras van más allá de lo que necesita decirse? Qué pasa cuando, a falta de silencio, no podemos escucharnos (ni a nosotros ni al resto)? Las palabras pueden invadirlo todo. Las palabras nos convierten en seres culturales, sí… nos diferencian del reino animal, pero hasta dónde llega el simbolismo? Qué pasa cuando la cultura excede la sensibilidad? Qué pasa cuando el cuerpo queda atrás? El músculo, la carne siempre por detrás de la palabra que, ordenando los pensamientos, aboca todo al costado más racional de cada uno… atrás quedan los sentidos.
Imagínense si no existieran los silencios?? No habría música, no habría comunicación alguna.
El pez por la boca muere suele decirse… y claro! El pez se la escribe y se la vende en esos casos y queda preso de sus propias palabras.
El peso de las palabras es fundamental, ya lo sabemos, sin palabras no pensamos, pero sin embargo también las palabras pueden alivianarnos tanto cuando son bien utilizadas, cuando están bien ubicadas. A veces una palabra bien dicha nos da la definición, el concepto que necesitamos para poder transformar nuestra realidad desde el momento en que podemos asequirla.
La literatura es ese espacio, el que permite poner en jaque al lenguaje, el que lo desnuda, lo devela, lo revela, lo corre, le patea el culo hasta que la realidad es otra. Desnudarnos de todo eso es complejo. Años y años de terapia para hacer malabares con las palabras, para descartar las que no sirven y quedarnos con las que nos abren puertas.
Hace varios años ya dije esas palabras que conferían peso real a lo que todos ya sabían. “Mamá, papá, soy puto”… esas dos palabras cambiaron mi vida, me dieron la definición y el posicionamiento necesarios para construir desde algún lugar y rompieron con toda una tradición de silencios que viene de tantos lugares (estado, iglesia, escuela, familia y demás instituciones poco deseables). Desde ahí asumí también la responsabilidad de poner mis palabras al servicio de quien necesitara que lo ayuden a asumirse, de quien necesite alguien que lo contenga para poder decir lo indecible, lo nefando, lo prohibido.
Hoy me ocurrió algo muy grato, hablando de esto, que me dio algunas respuestas que necesitaba. Entró al chat un amigo con quien hacía un tiempo que no hablaba. Él vivía tapado, ni sus amigos, ni su familia, ni nadie que no sea del ambiente sabía de su putez. Horas me pasé machacándole que uno no puede ser uno si los demás no lo conocen, marcando la importancia de poner las cosas en palabras. En ese caso implican la posibilidad concretar de visibilizar, de circular, de existir.
Hoy mi amigo me contó que habló con sus amigos, que capitalizó un espacio a partir de sus palabras y que, además, fue a bailar con ellos a un boliche gay. Me puse muy feliz, algo de las palabras como posibilidad ocurrió ahí y contrapesó todas las reflexiones del resto del día.
Que manera de filosofar! es que el tema es largo y complejo y filosofar me gusta, me encanta... por suerte el blog es un lugar donde las palabras tienen un sentido, tienen un espacio…
Cómo se llevan ustedes con las palabras??? Vivieron la experiencia de ayudar a visibilizarse a alguien??