domingo, 6 de septiembre de 2009

Variaciones sobre lo público y la cuestión GLTB



Lamentablemente la cuestión gltb solo tiene lugar en los intersticios de anonimato que propone la circulación urbana. En los pueblos, donde todo es espacio público y vida compartida, no hay lugar para la divergencia, puesto que el gran problema sigue siendo el reconocimiento social y político del otro.
En ambos casos, las vidas son tapadas, difuminadas y silenciadas. En las ciudades están disueltas entre las masas, que nos devoran casi inexorablemente y nos obligan a participar de los medios de comunicación y sus modos de pautar la verdad y el show business para poder conseguir visibilidad social. En los pueblos, el famoso secreto a voces trama una urdimbre de palabras entredichas que ocultan la existencia social de lo diferente. Salvo algunas excepciones, si por ejemplo alguna marica irreverente decide poner de manifiesto su putez, el precio suele ser tener el “placer" de transformarse en el culo "público" que utilizarán casi todos los machos del pueblo, al mejor estilo baño de estación de servicio. Y así se ratifica una vez más el poderío simbólico de la virilidad y se perpetúa un orden social vertical, reglamentado y machista. Ese puto no desacomoda las relaciones de poder en ese espacio de "convivencia" social.
La palabra sigue siendo una llave para abrir el debate público y, por lo tanto, las nociones de poder político. El lenguaje es un sistema de representaciones sociales que, como tal, es arbitrario y tendencioso. La opacidad del signo esconde formas cristalizadas que naturalizan lo que no es obvio ni está dado por ninguna providencia. Socializar el lenguaje es dotarlo de perspectivas históricas que den respuesta a las formas de relación humana y desentramar los mecanismos de poder ocultos en su interior. Desguasar la lengua ayuda a leer la historia a contrapelo y a liberar los potenciales revolucionarios, liberadores que surgen del reconocimiento de las propias limitaciones. Lo gltb es una cuestión de lenguaje que va desde lo indecible, hasta la suspensión entre las masas, o la obturación en los pueblos, con la opción de circular como una galería de freaks al servicio de los medios de comunicación y de la carcajada pública.


Imagen: Fotografía "Multitud" de Misha Godin

sábado, 18 de julio de 2009

Quereme... tengo frío



La lluvia y el frío patagónicos parecían haberse conjurado en esa noche de enero. Truenos y relámpagos acentuaban la sensación amenazante del primer campamento, superada la etapa escolar. Una carpa iglú era la fina pero preciada diferencia entre la hostilidad de la intemperie, el agua y los miles de kilómetros de distancia de casa. Y allí dentro, nosotros tres, tratando de conciliar el sueño. Un amigo, ella y yo dispuestos según un orden prolijo, casi matemático. Ella en el medio y los varones, uno a cada lado, por si alguna actitud proteccionista nos fuera requerida.
Mis pies, inadecuados al espacio o como presagios del camino venidero o, tal vez, sumados al conjuro climático, presionaban los límites de la carpa. El agua fría empapó mis medias sucias y mi cuerpo no tardó en empezar a temblar. La impresión de que afuera todo era más difícil, sumada a algún resabio infantil del miedo a las tormentas y la certeza de un viaje ya empezado, me hicieron buscar calor en otros pies que me acompañaran. Los de ella eran los más cercanos.
Las paredes de tela de avión se encendían con los relámpagos y mi delgada bolsa de dormir no me reparaba bien del frío. Ella lo entendió y, quizás, por eso me invitó a su bolsa de dormir que era más grande, mullida y abrigada que la mía. Deseché las medias frías y apoyé la cabeza en su hombro. Su mentón, en mi frente. Nuestros corazones latían tan fuerte que eran casi audibles, de no ser porque la lluvia disfrazaba aquel tamborileo con su canto incesante. Un giro a la izquierda: mi mejilla contra su hombro, mi mano en su cintura, las piernas entrelazadas. A la derecha: sus pechos sobre mi brazo, su aliento en mi cuello. Su remera blanca de fino algodón marcaba otro límite. Y mi miedo a descorrer los velos era igual a mi necesidad de seguir el viaje, a pesar de la lluvia. Apenas una mirada por encima de su silueta alcanzó para comprobar que nuestro amigo dormía o, tal vez, era parte del conjuro. El recorrido, entonces, dejó a mis pies para otra ocasión y se entregó a mi mano que, guiada por un deseo imperativo, se apoderó de la suavidad de sus pechos. Y la humedad reapareció, pero ahora en su sexo y en el mío y en la saliva y en los susurros y en los jadeos contenidos. La noche se fue apagando entre devaneos y entregas. La mañana siguiente nos encontró a los tres uno al lado del otro. Pero ella dormía en un costado y yo en el medio y un poquito más cerca de él.

miércoles, 13 de mayo de 2009

¿Voces en el infinito?


A partir de la difusión del uso de internet pareciera haberse dado una suerte de democratización respecto de la accesibilidad a la información y a los bienes culturales. Hoy se dice que todos podemos tener toda la música, todos los libros o abundante información acerca de lo que queremos. ¿Pero qué encierran esas totalidades? ¿Qué hay detrás de esas ilusiones de completud en las que parecemos vivir?

En primer lugar, ese "todos" que se adueña de “todo”, como pasa nada menos que en salud o en educación, nunca es la totalidad de la gente, sino que es una suerte de ideal, de sujeto indefinido que cubre los vacíos y las grietas de nuestras carencias y los egoísmos de una sociedad pensada para pocos, para cada vez menos gente.

¿Y qué es ese “todo” que es objeto de nuestra apropiación? ¿Cómo se transforma la cultura en consecuencia? Si bien, es sumamente interesante que exista la posibilidad de reponer, por medio de la digitalización, numeroso material que el mercado obstinadamente silencia, también sucede que la hiperabundancia de información, de música, de textos o de lo que fuere, acaba conformando una masa amorfa e indefinida, en la que es imposible realizar un proceso selectivo que construya algún tipo de criterio subjetivo o proceso mental-emocional. ¿Qué tipo de huella interior puede dejar una voracidad consumista de alta velocidad? ¿Acaso los días que nos tocan vivir nos dejan invertir el tiempo necesario para procesar la información contenida en gigas y gigas de textos, películas o música digital? ¿Cuánto de absurdo y paranoia consumista encierra esta actitud generacional?

Al recorrer páginas web, blogs o ese nuevo campus de vinculación virtual, ese "no lugar" del siglo XXI, que es el facebook, uno ve (incluso en sitios de medios masivos de comunicación) como la información se propaga como un copy/paste casi frenético y desprovisto de toda elaboración intelectual, de toda construcción subjetiva, única y personalizada. Ahí es cuando cabe rehacerse las preguntas anteriores ¿para qué nos sirve toda esa información? ¿Qué podemos hacer con ella? ¿Acaso el pensamiento elaborado va a terminar siendo una exquisitez para pocos, como lo son las manufacturas artesanales después del advenimiento de la producción industrial en serie? ¿Realmente nos libera y nos da la posibilidad de elegir esa “accesibilidad infinita”? ¿O nos ahoga en un sinsentido que nos anula, que nos silencia y que nos impide elegir lo que nos construye, lo que nos conmueve?

martes, 10 de febrero de 2009

Paraguay porá


Tal vez el calor sea lo único cierto. Lo único verdaderamente comprobable. Lo única realidad ineludible que pesa toneladas sobre el cuerpo. O tal vez, haciendo un juicio de valor un poco más justo, ese calor provenga de los brazos abiertos de su pueblo, del corazón entregado y la conversación dispuesta.
Pocas son las referencias que se pueden tener para definir el Paraguay. Un país disperso y poco visitado. Un país que ni sus propios pobladores sabían explicar muy bien. Y tal vez por eso, el secreto paraguayo esté como esperando, siempre, a la vuelta de la esquina o en una lomada con palmeras o como chipá calentito en una canasta o en una charla en guaraní entre dos mujeres que toman sombra.
Quizás Atahualpa Yupanqui se haya referido también al Paraguay cuando escribió: “Para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás”. Y si de ver se trata, Paraguay esconde infinidad de no lugares que se vuelven hogares al calor de su gente.
Campos repletos de lomadas ofrecían una paleta de los más variados verdes, de palmerales y de viejos cebúes pastando cansinos en pleno rayo de un sol que no perdona.



Asunción, abrazada por dos ríos, es una ciudad a la que nunca pude sectorizar con la mirada. Un centro que se desparrama antes que concentrarse. La casa de gobierno por un lado, la plaza por el otro, la calle principal más allá y un recorrido desordenado tratando de juntar las referencias. Calles lujosas, bonitas coexisten con las avenidas más inhóspitas a la vuelta de la esquina, así sin más. La eterna cercanía de los vecinos y un andar con aires de pueblo son el paisaje humano. Y la eterna pregunta: ¿Por qué vinieron al Paraguay? ¿Tienen parientes acá? Y quizás la respuesta más justa debiera haber sido que íbamos ganando la familiaridad a cada paso.


El lago azul de Ypacaraí, por trocar injusticia poética por justicia geográfica, es negro. O, mejor dicho, está negro, lo dejan negro cada día. Y, con excepción de algunos audaces, no se lo puede nadar. Sin embargo un viejo muelle de madera desvencijada ofrece asiento para contemplar un paisaje que engalana la vista. De fondo, unas casas preciosas descansan sobre una playa de arena medio colorada. Y enfrente el agua, inmensa, y recorrida por pequeñas lanchas que navegan apacibles.


El Parque Nacional Ybycuí es el paraíso de los asunceños que, orgullosos, vacacionan temporada tras temporadas entre sus árboles, caminando por el monte y nadando en sus piletones naturales de agua cristalina. Senderitos de tierra y árboles que rodean un curso de agua son el acceso para recorrer pequeños saltos de agua. Y una gran piscina de piedra con cascadas es el refugio ideal para mitigar el inmutable calor paraguayo. Y si hacían falta parientes como excusa para visitar el Paraguay, sólo es cuestión de sentarse una tarde al borde del agua para que las familias y los grupos de amigos, se compartan, generosos a través de tererés, gaseosas, galletitas o una charla cálida y atenta.
Y Paraguay transcurre así, bilingüe, mostrando el sincretismo y el cruce de las culturas. Casi quieta, como adormecida, pero siempre atenta a todo. Y exige atención, exige sabiduría para mirarla, para conocerla, aprehenderla, como se viven las cosas sencillas, como se recorre aquello que no tiene estridencias, como se camina por una calle cualquiera, como se anda sin esperar nada, pero encontrando de todo.

martes, 30 de diciembre de 2008

De puño y letra II


Luego de tantas páginas escritas y compartidas, de tantos comentarios y debates reviso, evoco, releo, quizás hago un balance y pienso que sería injusto, o al menos parcializado, decir que el eje de este blog es sólamente la temática gltb.
Yo no sé si uno puede escapar de la cultura en la que vive, tampoco creo (al menos a priori) que escapar de ella sea lo mejor que podemos hacer. Si pienso, que esta proliferación del copy/paste, promovida un poco por internet, es una forma de ¿comunicarse? que no permite acumular conocimiento. Es la información por la información misma. Es el borramiento de la subjetividad porque nunca se elabora nada. Y quizás por eso es que el eje de este blog también sea la palabra. La palabra como tema, como forma, como medio, como contenido, como apropiación, como recipiente, como invitación, como incitación, como parentesco, como enlace, como posibilidad, como apertura, como posición, como corrimiento, como intención, como construcción humana que exige pero que otorga.
La construcción gltb es en mucho palabra, es la superación de un silencio, de lo impronunciable. Por eso este blog elige la palabra. Por eso este blog también recoge música, autores y voces hechas canción. El lenguaje es una materialidad que se ofrece múltiple y debe ser tratado como tal, para ser múltiples, para no estar vacíos, carentes de sentido, para recuperar lo artesanal y construirse en discurso compartido.
Y porque el discurso compartido es la finalidad, elijo poner a disposición las frases de otros autores que quise destacar durante el 2008 para que todos los que pasen por aquí elijan y voten la que más les guste. Gracias por sus palabras, hacen muy bien!!


1) “Quiero tiempo, pero tiempo no apurado, tiempo de jugar, que es el mejor. Por favor me lo da suelto y no enjaulado adentro de un despertador” María Elena Walsh

2) “Ya comprendo que en la vida se cuidan los zapatos andando de rodillas” Homero Expósito – Héctor Stamponi

3) “Cierto que hay muchas cosas que se pueden olvidar, pero algunas son olvidos y otras son cosas nomás” Alfredo Zitarrosa

4) “No eches en la maleta lo que no vayas a usar, son más largos los caminos pal que va cargao de más” Alfredo Zitarrosa

5) “Buenos Aires, para el alma mía no habrá geografía mejor que el paisaje de tus calles, donde día a día me gasto los miedos, las suelas y el traje" Eladia Blázquez

6) “Por el cielo andarán otros pájaros, éste se queda acá” Silvina Garré

7) “Dice mi pueblo que puede leer en su mano de obrero el destino y que no hay adivino ni rey que le pueda marcar el camino que va a recorrer" Alfredo Zitarrosa

8) “Absurdo suponer que el paraíso es solo la igualdad, las buenas leyes. El sueño se hace a mano y sin permiso, arando el porvenir con viejos bueyes” Silvio Rodríguez

9) "Y en el claro perfil de tu nombre aprendió mi sangre a nombrar el amor" Jorge Milikota

sábado, 20 de diciembre de 2008

María Elena Walsh - El sol no tiene bolsillos



HOMENAJE BIOGRAFIADO A MARÍA ELENA

“El sol no tiene bolsillos, la luna no tiene mar...

¿Por qué en un mundo tan grande habrá tan poco lugar?"

Tal vez esa pregunta haya sido el fundamento, el motor que explica el sentido que guía su vida y que motiva su impulso creativo. Tal vez así se explique su necesidad de abrir espacios. O tal vez sea un poco por salvación y otro poco como una forma de sabiduría ética, recogida de la experiencia y desparramada en amor fraterno. Quizás ese fue el afán que llevó a María Elena a partir de aquel Ramos Mejía, donde "había un cielo entero por donde navegaban las hamacas", para construir caminos en los recovecos más despretigiados por el esnobismo cultural.
Con sólo 17 años publicó “Otoño imperdonable” su primer libro de poesías, que fue aplaudido por los más selectos círculos literarios y que le valió la posibilidad de viajar a los Estados Unidos para formarse junto a Juan Ramón Jiménez. María elena se sintió ahogada, un poco por la convivencia y otro poco por el peso de las formas de creación establecidas. El canon poético y la "alta cultura" esperaban algo de ella, que no era ella misma. Tras su mala experiencia vuelve al país, pero ella ya tenía 20 años y las presiones del entorno se hacían sentir para que cumpliera con los pasos que obligatoriamente debía seguir una mujer. María Elena eligió no casarse.


En 1952 en las calles de Ramos Mejía, su ciudad natal.


Tras una amistad por correspondencia con Leda Valladares, se conocieron en Panamá y viajaron juntas en el “Reina del Pacífico” a buscar otros horizontes en la promisoria París. Pero durante la travesía océanica, dos mujeres sellarían su amor en coplas, zambas y bagualas y formarían un dúo emblemático: Leda y María. María Elena, qué había sido aceptada por poetas como Pablo Neruda, ahora elegía el cancionero tradicional y anónimo del Noroeste Argentino para expresarse a viva voz.
El humilde “Hotel du Grand Balcon” las recibió y el camino recorrido por los escenarios franceses les valió el contacto con grandes músicos de la historia mundial como Violeta Parra o Charles Aznavour y una buena cosecha de discos. Sin embargo, cuando quisieron sumarse al proyecto de Alan Lomax, que recopilaba música folklórica tradicional del mundo, fueron rechazas por su tez blanca y su aire intelectual y europeizado. Así, Leda y María se encontraron con el encorsetamiento de un mundo que nunca acababa de abrirse. Y probaron suerte en la Argentina, que no fue la excepción, pues, según declaró la propia María Elena a Alicia Dujovne, en aquella época sólo había espacio para cuartetos de hombres con bigotitos y las más edulcoradas formas del folklore industrializado.
Leda y María dan un vuelco como dúo y la década del 60 las encuentra presentándose con “Los sueños del Rey Bombo”, “Doña Disparate y Bambuco” y “Canciones para mirar”. María Elena, para el desconcierto de muchos, comenzaba a transitar ahora una de las zonas más menospreciadas por los mentores de la “alta cultura”. Como si el canto popular no hubiera sido poco, se atrevía a refundar un género siempre considerado menor y relegado a los discursos didácticos y moralizadores. Pero la generosidad de su talento puso a la familia Polillal a balconear en los bolsillos para cerciorarse de que la conservadora señora Naftalina no se avecine. Y nos regaló a todos una treintena de canciones y un puñado de libros que nos harían más libres. Y de una buena vez pudimos caer para arriba, comprarnos todo lo que cabe en los espejos y conocer a una mona que es reina. Y todo engalanado con los más bellos ritmos folklóricos tradicionales.



En 1952 junto a Leda Valladares durante una presentación en la televisión francesa.


Pero por ese afán de espiar siempre por un ojal, María Elena eligió seguir su camino por otros senderos, tal vez percibiendo que ella misma podía convertirse en cánon. Y quizás por este motivo y por su forma apasionada de entregarse al amor, fue que, tras conocer a María Herminia Avellaneda, se nutrió de sus formas expresivas (tal como lo había hecho antes con Leda Valladares) y comenzó a mostrar su talento en cine y televisión. Estos trabajos se combinaron con sus últimas producciones infantiles y con los primeros entre una preciosa colección de discos “para grandes”. Los resultados fueron muchos y el largometraje "Juguemos en el mundo" de 1971 y un nutrido repertorio que le valiera el sobrenombre de “la juglaresa”, alcanzan para dar cuenta de una de las fases más prolíficas de su trayectoria. El “Cancionero contra el mal de ojo” regaló himnos como “Serenata para la tierra de uno”, “Como la cigarra” o “Canción de caminantes”, por sólo mencionar algunos.

En 1971 durante el rodaje de "Juguemos en el mundo" en la ciudad de Pasteur.

En 1971 durante el rodaje de "Juguemos en el mundo" con María Herminia Avellaneda.

En 1978 presentándose por última vez como cantante con el show "¡Chau ejecutivos!" en el Auditorio Bauen


La enfermedad cerró el ciclo de la canción y se inició un nuevo párrafo para María Elena. Los años 80 la encontraron luchando por su vida y tuvo que afrontar una larga rehabilitación para superar un cáncer óseo. Pero el amor incondicional de Sara Facio, según declaraciones de la propia María Elena, fue el apoyo y la fortaleza necesaria para salir adelante del mal trance, que le dejó como saldo varias complicaciones motrices. Sin embargo, durante estos años dejó espacio para su creatividad e hizo innumerables participaciones en la prensa, publicó varios libros para niños y hasta incursionó en nuevos géneros como su primera novela “Novios de antaño".


En 1990 festejando sus 60 años con Quino, Carmen Rovira, Irma Costanzo, Sara Facio y Gabriela Massuh

Durante la década del 90 en su biblioteca.


María Elena significa un sueño individual que se proyecta y se multiplica como el amor libre, hasta todo aquel que quiera y pueda recibirla. Y del mismo modo que regala “flores cuadradas”, "cisnes que ladran" o que logra que dos y dos sumen tres, sus 78 años la encontraron dando otro paso adelante en su historia y en su tiempo. Con la sobriedad victoriana que la caracteriza y poniendo el tema como uno más entre todas las formas que tiene de acercarse a su gente, María Elena abrió las puertas de su barco quieto y testimonió sus historias de amor lésbico con Sara, Leda y María Herminia. Es la segunda mujer pública de la argentina que lo hace.
Y yo, que disfruto de su obra y su talento, escribo este humilde texto que es mi buen modo para abrazarla, homenajearla. Porque al conocer algo de su vida puedo comprender su coraje tan mujer, sus búsquedas y también puedo admirarla al comprobar que, al igual que la Juana, María Elena "cuando tiene techo y pan, también quiere la ventana”.


En 1947 mirando por la ventana de su casa en Ramos Mejía.


SOBRE EL DISCO

Tal como detallé en el relato de la biografía la canción “El sol no tiene bolsillos” encierra una pregunta que me parece clave para comprender la figura de María Elena Walsh. Por este motivo elegí el LP homónimo, editado en 1971. Este disco Cuenta con arreglos y dirección de Mario Cosentino, quien acompaña a María Elena junto con su orquesta. Entre los temas más destacados cabe mencionar el emblemático “Vals municipal” que, como una sucesión de postales, es una declaración de amor a Buenos Aires.















Lista de temas:

01 – El sol no tiene bolsillos (María Elena Walsh – Mario Cosentino) Balada
02 – Vals municipal (María Elena Walsh) Vals
03 – Magoya (Héctor Stamponi – María Elena Walsh) Tango
04 – Oración a la justicia (María Elena Walsh) Balada
05 – Si se muere la zamba (María Elena Walsh) Zamba
06 – The Kana (María Elena Walsh) Fox
07 – Balada de la mariposa (María Elena Walsh) Balada
08 – Balada de Comodus Viscach (María Elena Walsh) Balada
09 – Campana de palo (María Elena Walsh) Milonga
10 – ¿Dónde están los poetas? (María Elena Walsh – Mario Cosentino) Balada
11 – Taximetrero (Héctor Stamponi – María Elena Walsh) Tango
12 – Cantar canciones (María Elena Walsh) Balada


Descargar el disco

domingo, 2 de noviembre de 2008

XVII Marcha del Orgullo



El sol estaba firme en el cielo de Buenos Aires. Parecía querer verlo todo, querer participar de la fiesta que se desarrollaba en la plaza. Es que miles de vidas, miles de historias, miles de cuerpos y sentires son demasiado para una sola tarde. Es que, además, los trajes que llevaban los más osados estaban hechos con tanto esmero y eran tan lindos, que el tiempo para disfrutarlos siempre parecía breve.
Una fila de camiones esperaba la salida de la marcha en la vereda opuesta a la catedral, que estaba protegida con creces por las fuerzas del "orden público", ese “orden” que cercena, discrimina y oprime la libertad y la felicidad de las personas. Pero la plaza toda era resistencia. Porque era vida y era toda color, porque era toda pueblo y estaba llena de miradas, de cruces, de saludos, de voces, de besos, de graffittis, de puestos de feria... Y era más colores, más y más colores...



Uno a uno los camiones inauguraron su paso ofreciendo sus consignas, sus propuestas, su música a todo volumen y sus ocasionales bailarines. La multitud avanzaba y se reacomodaba según sus preferencias rítmicas, según el pulso que quería latir esa tarde. Algunos iban directo a la música electrónica. Otros preferían la tamborileada de los grupos uruguayos o disfrutar de una banda de percusión y vientos que interpretaba en vivo cuartetos y música del Brasil.


Lentamente la marcha se desparramaba por la clásica Avenida de Mayo. El sol, que asomaba entre los viejos árboles, quería quedarse hasta el final, quería verlo todo, quería participar y estar ahí. Pero era tanta la gente, tantos los saltos, los gritos, los sudores... Era tanto lo que había que decir en palabras, con el cuerpo, con la mirada, con los colores que el día no era suficiente y la noche recibiría, indefectiblemente, su participación en la velada. Y fue cruzando la Avenida 9 de Julio donde me encontró la luna, mientras yo le sacaba fotos a la Eva Perón trans de la Agrupación de Putos Peronistas, mientras en su camioneta sonaba la consabida marcha. Y a lo lejos se veía gente que todavía estaba saliendo de la plaza y globos que volaban por el aire. Y escurrirse entre los camiones era sinónimo de encontrar otros climas, otras formas de bailar, distintas alegrías compartidas con caras extrañas, con caras conocidas, con amigos, con amor.


El escenario en la Plaza de los Dos Congresos lucía una versión gigante del afiche de la marcha. Daisy May Queen y Mosquito Sancinetto fueron los encargados de conducir un acto de cierre acotado, conciso. El tiempo justo para decir lo que era urgente, lo que era importante, lo que nos convocaba. La lectura de consignas y adhesiones abrió el juego y dio paso a los abucheos y los reconocimientos del año. Valeria Mazza por sus declaraciones homofóbicas y fascistas y por ser “modelo” de un canon de belleza excluyente y degradante para la mujer fue repudiada con la mayor vehemencia de la noche.
Dos números artísticos fueron suficientes para dar paso al cierre de la jornada de la mano de Leo García, que entonó los versos de “Puerto Pollensa” de Marilina Ross, entre otros temas de su autoría. La canción que, allá por 1982, instaló culturalmente la idea de visibilidad, fue coreada por miles de voces. Los gorditos de gafas siguen necesitando lentes. Miopes, son incapaces de ver el camino construido sin claudicaciones. La plaza, repleta de colores llamativos (esos que no pueden dejar de mirarse), ofrecía generosa: amor, dignidad, respeto e identidad.
La visibilidad es la convicción y el “Soy lo que soy” final volvió a ratificar que estamos acá, que seguimos caminando, creando, construyendo, trabajando y celebrando lo diverso entre las estrellas y los fuegos artificiales. Y “la actitud de identidad más definida”cobró sus trazos y se volvió reconocible en los pasos dibujados por nuestros pies, siempre ansiosos de futuro, siempre honrando la vida.