miércoles, 13 de mayo de 2009

¿Voces en el infinito?


A partir de la difusión del uso de internet pareciera haberse dado una suerte de democratización respecto de la accesibilidad a la información y a los bienes culturales. Hoy se dice que todos podemos tener toda la música, todos los libros o abundante información acerca de lo que queremos. ¿Pero qué encierran esas totalidades? ¿Qué hay detrás de esas ilusiones de completud en las que parecemos vivir?

En primer lugar, ese "todos" que se adueña de “todo”, como pasa nada menos que en salud o en educación, nunca es la totalidad de la gente, sino que es una suerte de ideal, de sujeto indefinido que cubre los vacíos y las grietas de nuestras carencias y los egoísmos de una sociedad pensada para pocos, para cada vez menos gente.

¿Y qué es ese “todo” que es objeto de nuestra apropiación? ¿Cómo se transforma la cultura en consecuencia? Si bien, es sumamente interesante que exista la posibilidad de reponer, por medio de la digitalización, numeroso material que el mercado obstinadamente silencia, también sucede que la hiperabundancia de información, de música, de textos o de lo que fuere, acaba conformando una masa amorfa e indefinida, en la que es imposible realizar un proceso selectivo que construya algún tipo de criterio subjetivo o proceso mental-emocional. ¿Qué tipo de huella interior puede dejar una voracidad consumista de alta velocidad? ¿Acaso los días que nos tocan vivir nos dejan invertir el tiempo necesario para procesar la información contenida en gigas y gigas de textos, películas o música digital? ¿Cuánto de absurdo y paranoia consumista encierra esta actitud generacional?

Al recorrer páginas web, blogs o ese nuevo campus de vinculación virtual, ese "no lugar" del siglo XXI, que es el facebook, uno ve (incluso en sitios de medios masivos de comunicación) como la información se propaga como un copy/paste casi frenético y desprovisto de toda elaboración intelectual, de toda construcción subjetiva, única y personalizada. Ahí es cuando cabe rehacerse las preguntas anteriores ¿para qué nos sirve toda esa información? ¿Qué podemos hacer con ella? ¿Acaso el pensamiento elaborado va a terminar siendo una exquisitez para pocos, como lo son las manufacturas artesanales después del advenimiento de la producción industrial en serie? ¿Realmente nos libera y nos da la posibilidad de elegir esa “accesibilidad infinita”? ¿O nos ahoga en un sinsentido que nos anula, que nos silencia y que nos impide elegir lo que nos construye, lo que nos conmueve?