El pasaje de ida esta vez me llevó a las tierras coloradas de la provincia de Misiones, a las Cataratas del Iguazú y las ruinas de San Ignacio. El contexto de la selva, la vegetación frondosa, la exuberancia. La triple frontera, el Brasil y el Paraguay que más que separarse de la Argentina por el río Paraná, se convidan a beber de la misma agua. El alma guaraní como eje, como espíritu, aún a pesar de la pobreza del pueblo aborigen y los lugareños, inentendible si pensamos que son dueños de una tierra paradisíaca que es visitada por turistas de todo el mundo.
La garganta del diablo es algo sencillamente espectacular, magnánimo, magnífico en sus proporciones, colores, sonidos y belleza. Tiene un nombre mitológico, como todo aquello que no tiene explicación, que escapa lo asequible y se presta sólo a los sentidos porque la razón le es poca cosa. Podría ubicarla junto con el Cerro de los siete colores o el Río Arrayanes, entre los paisajes más hermosos que alguna vez tuve la suerte de ver.
Es muy difícil de describir, pero imagínense un río de agua verde transparente en el medio de la selva. Abruptamente, el río se cae por paredones de piedra de aproximadamente 60 metros de altura y el agua, que es verde, en el camino se va transformando en tonos de ámbar y amarillos hasta estallar en espuma blanca que choca entre sí desparramándose por el aire. Además, tuve mi bautismo guaraní gracias a una lancha que me llevó bajo las aguas del salto San Martín. Ahora me llamo Irupé en mis días litoraleños.
La circunstancia del río que todo lo rodea. Piel de barro, fabulosa lampalagua, remarcaba Sergio ante el Paraná. La geografía que tiene la capacidad de configurar al hombre y sus posibilidades y formas de ver la vida.
Esas fueron las impresiones que como postales se me fueron grabando a medida que iba transitando el paisaje.
Lo demás fue lo anecdótico, pero para nada menos importante. Cada vez que viajamos con Sergio encaramos la tarea casi antropológica de identificar a las maricas, tortas, travas o queers del pueblo, encontrarlas, saber cómo viven, qué piensan, cómo se encuentran, cómo circulan, si pueden visibilizarse o no. Encontrar putos en guaraní no fue tarea tan fácil, pero no fracasamos. No fueron todo lo guaraníes que hubiéramos querido, pero pudimos averiguar que en Puerto Iguazú no hay ningún espacio de circulación queer específico, que hay que ir al Brasil para eso. También sabemos ahora que no son pocas las dificultades para hablar en el pueblo y que sin embargo, hay por lo menos una travesti que se hace no pocos mangos laburando ahí.
Lo interesante de este viaje en el sentido queer fue que sin lograr encontrar un espacio de encuentro específico fueron apareciendo como ojos ocultos en el medio de la selva, los distintos personajes que fueron acercándonos la data que queríamos encontrar.
Alma guaraní
(Osvaldo Sosa Cordero – Damasio Esquivel)
Raza del guayakí
la selva no te ha olvidado,
tu alma guaraní
perdura en el suelo amado
Y desde el verdor del monte natal
la brisa sutil del tiempo estival
nos vuelve a traer tu voz secular.
Es la misma que ayer
echaba a volar al viento
cuitas de un querer
con hondo y nativo acento
Es la voz racial que no morirá
mientras que el crisol de algún mbaracá
su pena o su amor convierta en cantar...
Alma guaraní
quietud de los naranjales
alma guaraní
lamento de los yerbales
vibra tu tradición
en la luz y en la flor.
Lo mismo que el manantial
sin ningún rumor aflorando vas
y en ruego de amor bendiciendo estás
alma guaraní, la heredad natal...
La garganta del diablo es algo sencillamente espectacular, magnánimo, magnífico en sus proporciones, colores, sonidos y belleza. Tiene un nombre mitológico, como todo aquello que no tiene explicación, que escapa lo asequible y se presta sólo a los sentidos porque la razón le es poca cosa. Podría ubicarla junto con el Cerro de los siete colores o el Río Arrayanes, entre los paisajes más hermosos que alguna vez tuve la suerte de ver.
Es muy difícil de describir, pero imagínense un río de agua verde transparente en el medio de la selva. Abruptamente, el río se cae por paredones de piedra de aproximadamente 60 metros de altura y el agua, que es verde, en el camino se va transformando en tonos de ámbar y amarillos hasta estallar en espuma blanca que choca entre sí desparramándose por el aire. Además, tuve mi bautismo guaraní gracias a una lancha que me llevó bajo las aguas del salto San Martín. Ahora me llamo Irupé en mis días litoraleños.
La circunstancia del río que todo lo rodea. Piel de barro, fabulosa lampalagua, remarcaba Sergio ante el Paraná. La geografía que tiene la capacidad de configurar al hombre y sus posibilidades y formas de ver la vida.
Esas fueron las impresiones que como postales se me fueron grabando a medida que iba transitando el paisaje.
Lo demás fue lo anecdótico, pero para nada menos importante. Cada vez que viajamos con Sergio encaramos la tarea casi antropológica de identificar a las maricas, tortas, travas o queers del pueblo, encontrarlas, saber cómo viven, qué piensan, cómo se encuentran, cómo circulan, si pueden visibilizarse o no. Encontrar putos en guaraní no fue tarea tan fácil, pero no fracasamos. No fueron todo lo guaraníes que hubiéramos querido, pero pudimos averiguar que en Puerto Iguazú no hay ningún espacio de circulación queer específico, que hay que ir al Brasil para eso. También sabemos ahora que no son pocas las dificultades para hablar en el pueblo y que sin embargo, hay por lo menos una travesti que se hace no pocos mangos laburando ahí.
Lo interesante de este viaje en el sentido queer fue que sin lograr encontrar un espacio de encuentro específico fueron apareciendo como ojos ocultos en el medio de la selva, los distintos personajes que fueron acercándonos la data que queríamos encontrar.
Alma guaraní
(Osvaldo Sosa Cordero – Damasio Esquivel)
Raza del guayakí
la selva no te ha olvidado,
tu alma guaraní
perdura en el suelo amado
Y desde el verdor del monte natal
la brisa sutil del tiempo estival
nos vuelve a traer tu voz secular.
Es la misma que ayer
echaba a volar al viento
cuitas de un querer
con hondo y nativo acento
Es la voz racial que no morirá
mientras que el crisol de algún mbaracá
su pena o su amor convierta en cantar...
Alma guaraní
quietud de los naranjales
alma guaraní
lamento de los yerbales
vibra tu tradición
en la luz y en la flor.
Lo mismo que el manantial
sin ningún rumor aflorando vas
y en ruego de amor bendiciendo estás
alma guaraní, la heredad natal...
5 comentarios:
Hermanita: Qué comentado tu post, me siento culpable por no haber participado, pero bueno, vos sabés que mis tiempos son así, cansinos y excesivamente racionalizados, pero bueno, es lo que hay. Soy debutante en esto de los blogs, es la primera vez que meto un comentario en uno, así que para ir entrando de a poco, dejo acá un poema (sé que no es tu género predilecto, precisamente), pero se me ocurrió y ya: para estar a tono con la temática, ahí va Viaje, de Alfonsina Storni:
Hoy me mira la luna
blanca y desmesurada.
Es la misma de anoche,
la misma de mañana.
Pero es otra, que nunca
fue tan grande y tan pálida.
Tiemblo como las luces
tiemblan sobre las aguas.
Tiemblo como en los ojos
suelen temblar las lágrimas.
Tiemblo como en las carnes
sabe temblar el alma.
¡Oh! la luna ha movido
sus dos labios de plata.
¡Oh! la luna me ha dicho
las tres viejas palabras:
«Muerte, amor y misterio...»
¡Oh, mis carnes se acaban!
Sobre las carnes muertas
alma mía se enarca.
Alma ?gato nocturno?
sobre la luna salta.
Va por los cielos largos
triste y acurrucada.
Va por los cielos largos
sobre la luna blanca
Nos seguiremos encontrando por acá y en tantos otros viajes (materiales y mentales). Y eso que no usamos drogas, eh.
Adri...
Gracias por escribir! No te sientas culpable!! "Mujer, mujer liberate..." rezaba la filósofa Busnelli... Estás invitado a venir cuando tengas ganas, cuando sea un placer, cuando quieras agregar algo o protestar, a espiar...
La poesía no es mi género predilecto, es cierto, pero en realidad no es que no me guste, es que me llega cuando tiene música, en forma de canción... El texto que pusiste de Alfonsina está buenísimo... me gustaron las imágenes de los tembleques (la del agua es mortal!)... eso es viajar!!
temblar,
desestabilizar,
mover,
estremecer,
patear el tablero como quien dice (que buena imagen para ilustrar la idea de romper las reglas, no?)
Nos vemos en el próximo bondi y claro que sin drogas, si la locura es la visión total...
Chris,
Me encantó todo el relato, y más las fotos alucinantes que me mostraste ayer en tu compu.
Coincido con eso del paraíso en medio de la selva.
Me despierta lo sexual, no puedo evitarlo...esa voluptuosidad despampanante.
Me da unas ganas de tirarme a flotar en la espuma al mejor estilo Coca Sarli y esperar que el agua me lleve, inocente o violentamente a la orilla...
Me provoca ir e internarme sin guía, a sentir el olor del yuyo que crece entre humedad y alfombra colorada.
Hagámonos amigos de la selva, que es una de las pocas cositas "vírgenes" que quedan, y penetrémosla silenciosamente...
Ya me subo al micro con birome en mano para dibujar la raya...y ¡Aguante Turismo Susana!
Besos
Pao:
Gracias por tu comentario! Me hacés reir con lo de flotar a lo Coca Sarli, pero es cierto, la espuma es muy invitadora... será que es muy glamorosa??
La selva es vírgen porque está llena de vida. Es hermosa en su cuantiosidad y grandilocuencia.
Ojalá Turismo Susana nos regale un viaje compartido pronto! El Talampaya?? quién te dice... le tengo unas ganas!!
Qué destino! Lo tengo pendiente pero buenísimo que hayas estado allí y, mucho más, que lo hayas contado.
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