Habían pasado doce años desde la última vez. En ese tiempo yo cambié mi mirada, pasé de niño a adulto y, en ese giro, se fueron un montón de cosas y vinieron un montón de otras.
Siempre tuve reticencia a los zoológicos, es que los animales encerrados me entristecen bastante. Sin embargo, es innegable que tener la posibilidad de verlos en vivo y en directo me seducía mucho.
Después me puse a pensar cuántas posibilidades tiene un animal de "volver a la naturaleza" como decía esa canción de Chico Novarro hoy en día. Los reptiles, los insectos, los marinos, las aves tienen chances aún, pero los mamíferos ya casi no. Prácticamente no quedan mamíferos fuera de parques nacionales, en estado totalmente salvaje, al menos no mamíferos grandes, que es lo que predomina en el zoológico. Que triste!
Aún así, quería que esta vez la reflexión política quede a un costado y poder sólo disfrutar del sentimiento, de la sensación de que ellos estaban a mí ante mis ojos, vivos, latiendo.
Tengo cierto fanatismo por mirarlos por TV. Me maravilla la diversidad de sus formas de vida. Es increíble apreciar como cada uno de ellos tiene una determinada expresión que se condice con su rol ecológico, que constituye su belleza particular.
Los suricatos se movían rápidos, nerviosos; el cocodrilo permanecía pétreo, como los lagartos, como las serpientes. El leopardo y el puma estaban dotados de una mirada profunda, penetrante. El elefante es sublime, cómo no estremecerse frente a un cráneo de ese tamaño?? La piel era rugosa, como si fueran viejos. Cuero duro, curtido. Toneladas de vida, gigante.
Mientras seguía caminando, de repente me dí vuelta y tenía al lado mío un hermoso rinoceronte, de ojos pequeños, mirada triste. Me encantan los paquidermos. Aunque el hipótamo no me dejó ver su obesidad porque es como yo y adora estar sumergido todo lo posible.
El pelaje de la jirafa es increíble. La altura y elegancia ni que hablar. Ver un animal de esas características necesariamente te debe agregar información, mirada, concepto sobre lo que es la vida, sobre las posibilidades. Los animales revelan una comprensión del mundo a través de las adaptaciones biológicas, que no son más que sabiduría perpetuada en siglos.
Una seducción aparte fue ver una galápagos. Nunca había visto una tortuga tan grande!! Siempre milenaria, con esa lentitud que parece sólo un don de los verdaderos sabios. Opaca, rústica, pesada. Al lado de ella un contraejemplo: el pavo real. Animal delgado, frágil, dueño de colores maravillosos (como el guacamayo), con toda su cola desplegada en una imagen pictórica, impresionante, mostrando su belleza de vedette.
Intimidantes son el porte, la elegancia, la mirada y el tamaño que tiene el águila.
El oso polar estaba de vacaciones o no sé, pero su pileta estaba vacía y no andaba por ahí, será otra vez... Sin embargo, un oso pardo caminaba furioso y en círculos. También, un oso de anteojos, de esos que comen miel, descansaba sobre las ramas de un árbol para nuestro deleite.
Por último están los mandriles, los chimpancés, los monos: Nuestros primos hermanos. Reconocerse ahí ya no es sólo cuestión de fuerza vital, de carne latiendo, sino también de forma, de aspecto. Manos, pies y una cara con mirada familiar. Y entre todos estos animales hermosos, como no podía faltar, un ejemplar de cuidador que no debe quedar afuera de la maravilla zoológica. Era, además de una belleza, simpático, agradable y dulce (sí si hubo que hablarle claro, pero fue Sergio el que empezó él es más atrevido). Creo que con ese ejemplar podría perpetuar toda mi diversidad biológico reproductiva, en fin... para que sufrir!
La visita zoológico para mí fue más que un paseo de una tarde. Lo sentí como una forma de experimentar la vida. Sencilla, rústica, sutil, salvaje, compleja, delicada, omnipotente. Es ver todos los extremos, todas las escalas posibles, de todo lo que no podemos entender. Fue todo una emoción muy fuerte. Gracias Ser por compartirla conmigo, me hacía falta, andar tanto tiempo entre humanos no es recomendable.